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Y el coro celestial repetía:

— ¡Aleluya!
El humo de su hoguera
sigue subiendo por siempre.

Los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes cayeron, entonces, rostro en tierra y, adorando a Dios, que está sentado en el trono, decían:

— ¡Amén! ¡Aleluya!

Salió también del trono una voz que decía:

— Alabad a nuestro Dios
todos cuantos le servís y veneráis,
humildes y poderosos.

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